miércoles, 24 de octubre de 2012

PANGEA

La ciudad ha cambiado.

Miles de trayectorias se entrecruzan en el lienzo imaginario.  Días, horas, pasos por las calles, cambios de semáforos, tráfico, sirenas, timbres de bicicletas. El sol en su rutina de alcanzar el cénit, noches sin luna y sin estrellas en un trozo de cielo cercado por edificios. Personas con los huesos en la acera, con el hambre en los bolsillos.  Gentes que pasan, que parecen escapar de la prisa.
Lugares, lugares, lugares.

El aire de la ciudad estaba más puro, reapareció la naturaleza. Al pasar la tormenta salieron los pájaros de las chimeneas y de las cornisas, se desprendieron los árboles de hojas para seguir creciendo,  germinó alguna semilla en el espacio entre dos baldosas o entre algodones mojados. La lluvia cayó con fuerza puliendo las fachadas, eliminando todo lo inconsistente.

Nunca sabré muy bien cómo y en qué momento ocurrió. Hace cinco años, tú caminabas por la facultad de medicina y yo defendía mi primer póster en un congreso de estudiantes. Durante mucho tiempo nos separaron miles de kilómetros, países, continentes, el océano, la dorsal atlántica y hasta los hemisferios. Cualquier estadístico disfrutaría con nuestro caso… De lo infinitamente difícil que resultaba, se cumplió la posibilidad de uno entre un billón.

Hemos ganado en sabiduría.  La ciencia siempre se entiende mejor con un ejemplo, lástima que Einstein no haya llegado a conocernos. En la era del inicio de los tiempos, dicen los libros que se separaron las placas tectónicas. Se formaron volcanes en las costuras, y las montañas dejaron entre sí los los valles, por donde discurrirían los ríos cuando llovió en la Tierra por primera vez.

¿Cuántas vueltas dimos en la vida? ¿Cuántos bosques hemos pasado? ¿Cuántos vados, ciénagas, pozas, cuevas, saltos? Siempre hemos ido, amor mío, en el sentido de la corriente. Y hemos acabado siendo de agua y sal, como aquellos ríos prehistóricos.

Como en todas las obras maestras, hemos  “sufrido” un giro inesperado. Hemos aprendido que la verdad es inevitable, y es lo que perdura.  Hemos encontrado la melodía entre tanto ruido. Hemos experimentado la vibración de las partículas que aún están por imaginar dentro de alguna mente. Como la lluvia, hemos arrastrado todo lo que no tenía referencia fija para que lo esencial de la vida se abra camino. La ciudad ha cambiado, y nunca volverá a ser la misma, porque ahora no es que te conozca, es que te recuerdo de hace mucho, mucho tiempo.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

MI CANELA EN RAMA

Yo quería discurrir como el río, bajando por el valle entre las rocas. Yo quería crecer y menguar como la Luna. Quería, como el mar, cambiar con las mareas. Ir y venir como las estaciones. Pasar como aves peregrinas. Caer como las hojas ya caducas. Quería disiparme en cenizas como el leño seco. Simplemente cualquier cosa.

Yo quiero ser tu sombra. Una fruta deshaciéndose en tu boca. La luz de la Luna que te despierta a las seis de la mañana. El vaso de agua que te tomas, sin importar ya el valle o las rocas. El mar cuando miras al horizonte. La vida que se renueva en tu jardín en primavera. La tela de la araña que te quita de encima los insectos. El fuego de tu hogar. La madera que componga tu estructura. Cualquier cosa, para tí.

jueves, 9 de agosto de 2012

DOS MIL NUEVE

Me gustan las últimas tardes de invierno, cuando el sol se resiste a marcharse y deleita la vida con su agradable calor. El tiempo parece transcurrir más despacio. Mientras yo observo la lechuza descansando en la rama de un árbol, alguien agoniza en su lecho custodiado por múltiples estampas de santos; un niño viene al mundo en un lugar desolado por la pobreza; un pianista interpreta una alegre partitura en un café parisino y una anciana sueña con volver a ser la niña que jugaba sólo con piedras. Una pareja se besa, mi padre frunce el ceño intentando arreglar un cortacésped, mi amiga se mira al espejo mientras se cepilla los dientes y un desconocido se asoma al escaparate de un sexshop.

Dos perros gruñen por el bocadillo que un niño les arrojó desde el balcón de su casa. Una mujer riega los geranios del suyo, y dos hombres intercambian ingeniosos insultos después de un banal accidente automovilístico. Otro que por allí pasa en ese momento, sonríe mientras sostiene una inmensa torre de chatarra que transporta en un carrillo de mano.

Alguien llora y se lamenta. Se siente solo, cuando hay alguien que está realmente solo. Alguien celebra un triunfo. Salta, corre y parece volar en cada zancada.
Un hombre ansía llegar lejos, ambiciona ser poderoso, mientras otro se conforma con llevar a sus hijos a las atracciones del parque. Al final todo es como ese tiovivo del parque... La ilusión gira en torno a un mundo de fantasía creado por nosotros mismos.

No me cuesta nada imaginar lo que estará haciendo el resto del mundo, sin embargo, creo que nunca acierto cuando pienso qué podrías estar haciendo tú. Te imagino trabajando, atento como siempre sin perder el hilo de lo que estás haciendo. Te imagino escribiendo, porque me gusta (entre otras cosas) la expresión grave que adquiere tu rostro al hacerlo. Puedo imaginar que me miras y sonríes. El resto del mundo no lo sabe, pero tú y yo ya nos conocemos. Sobran presentaciones.

Incluso puedo imaginar que me besas apasionadamente, con la misma resolución y fuerza que la última vez que lo hiciste. Con la convicción de que sólo existe el presente. Sabiendo que la tierra es para nosotros y el cielo para los devotos que quieran supeditar su deseo a lo divino. Nos conformamos con pensar que somos humanos, actuamos como tales. La tentación siempre es más fuerte. Entonces me sobresalto porque alguien me habla, y me pregunta qué pienso al encontrarme en la misma actitud que la famosa estatua de Rodin y con la mirada perdida. ¿Que qué pienso...? ¡Jajajaja!

Me cuesta imaginarte en tu vida cotidiana, pero seguramente que, como el resto del mundo, también vas en chándal, te quedas dormido en el sofá y se te enfría la comida. Seguro que has soñado cosas absurdas, porque a todos nos ha pasado alguna vez. Puede que incluso te hayas derpertado sobresaltado en mitad de la noche. Estoy convencida de que en cierta ocasión, yendo por la calle a la una del mediodía, te has dejado embriagar por el olor a puchero. Seguro que has dormido la siesta mientras el aire que entraba por la ventana jugaba con la cortina. Creo que alguna vez has ayudado a tu madre a tender la ropa limpia, o te has despertado por la mañana con un agradable aroma a café, o te has caído de la bicicleta por hacer el tonto.

Me resulta más difícil imaginarte llorando sobre la almohada, o gritando porque tu equipo marcó un gol, pero puede que también lo hayas hecho alguna vez. No sé imaginarte muy enfadado, sin embargo, sí que puedo imaginarte un poquito enfadado. Esa cara me encantaría... 
Sé qué cara pones cuando duermes, pero no cuando sueñas. Muchas personas llenarán tu vida, pero dime... ¿alguien te ha escrito alguna vez?

Sólo quiero asegurarme de que tengas un buen recuerdo mio. Soy de esas personas que piensan que hay que saber apreciar la belleza de las cosas más sencillas. Eso es lo que intento transmitirte con estas líneas. Quienes no saben apreciar lo que les rodea difícilmente podrán disfrutar de ello y su vida estará llena de espacios en blanco, silencio, inmenso vacío.

lunes, 30 de julio de 2012

AVE RAPAZ

Abro mis ojos amarillos. Levanto el vuelo a otro lugar. Sólo conozco el paisaje sideral del cielo. Pocas aves migratorias constituyen el tráfico aéreo, algún que otro visitante. Sobrevuelo caminos, maizales, ruinas. Dejo atrás fantasmas y otra fauna nocturna.

Estás en alguna parte de este bosque, noble cánido.  Rastreas la tierra húmeda, cruzas un riachuelo, se pierde tu olor. Lobo para ti mismo. Cazas y no dejas que se enfríe la sangre en el marfil. Tienes manada, pero eres realmente tú cuando estás solo. Te han intentado aniquilar sin advertir que hay amenazas peores.
Mi vista de rapaz te alcanza cuando encumbras el muro de un castillo derruido. Ágil silueta, sereno semblante. Desciendo.

Una vez huimos en sentido contrario, dimos una vuelta entera al mundo.
Te conozco de cuando éramos hombre y mujer.

viernes, 27 de julio de 2012

PASEO CON LOBO


Algunas veces me pregunto si la tierra tiene memoria biológica. Si en alguno de los lugares donde paseo habrá quedado la esencia de alguien que me falta. Moléculas de ADN ligeras, volátiles, que impregnen el ambiente de recuerdos físicos, a pesar de ser invisibles al ojo humano. Que se desprendan e incluso queden flotando en el aire con el dinamismo del ser vivo del que formaron parte alguna vez.

Todo sigue igual que entonces, cuando felizmente paseaba por calles con nombres de estrellas, navíos y cabos. El sol lucía alto y no había sombra donde refugiarse. El aire venía con la humedad de las rocas.

La vida no era más fácil. Es que nada se agotaba.

ALTA TENSIÓN

Contemplo tu mirada,
en cuyos destellos
soy consciente de mi abandono

Como un insecto sediento de tu savia,
alimento original de vida,
cuelgo de tu tallo
y de tu carne extraigo la esencia

Sírvete de los frutos que te ofrezco,
que en tu boca se endurecen,
despertaron,
y en tus manos han de madurar

Muerde y sorbe el jugo resultante
de plantar honda tu simiente
De un desierto
manarán promesas de leche y miel

No entiende el deseo de paredes,
ni sabe la pasión del tiempo

martes, 24 de julio de 2012

LOS MUROS


No quiero marcharme de entre estos muros. Ladrillo antiguo y paredes desconchadas, caliches en el suelo de hormigón. Nadie me va a quitar ni los balones ni las bicicletas ni los gatos. Ahí sigo en mi rincón de juegos, con un par de flores tronchadas que intento salvar, Santa Rita de tantas causas...

Se aparta el barullo de nubes espumosas. Yo con mis botas azules me reflejo en un charco. Salgo por el camino de las moreras que va a los campos cuajados de margaritas. Hago equilibrios al filo del canal de riego. Vuelvo y me recibe una mano cálida, es la hora de la merienda.

Crecí sobre estos cimientos alzados sobre una hostil marisma. En esta tierra yerma que rezuma sal por todas las heridas. Entre estas piedras que ni el sol ni la humedad han atravesado en años. En esta casa donde se nace y se muere.

Este es mi corazón. Tuviste la oportunidad ansiada.